Sunday, October 01, 2006

Fragmento de entrevista realizada a Hugo midón publicada en:

http://weblog.educ.ar/educacion-tics/cuerpoentrevista.php?idEntrev=140

—¿Los chicos por sí mismos construyen sentido? ¿Qué tipo de lectura pueden construir respecto de lo que ven? ¿Usted piensa en espectadores niños que pueden hacer lecturas?

—Totalmente. Y es más: cada niño va a hacer su propia lectura, y esto hay que respetarlo mucho. En la escuela se masifica mucho la opinión. Yo lo veo cuando las maestras llevan a los chicos al teatro los días de semana. Lo que observo es que lo que parece más importante que cualquier otra cosa es el silencio, cuando el bullicio al ir a ver un espectáculo es lo lógico. El “¡silencio, señores!” yo lo vengo escuchando desde hace 60 años. A un chiquito de 8 años le dicen: “Silencio, Martínez”, y digo yo: ¡cómo puede llamarse Martínez una cosa tan chiquita!…Esto refleja la educación que se dirige a la población.

La educación a veces pega un salto, para que la gente pueda continuar, ampliar su visión de las cosas. Otras veces la educación es tan conservadora como es la sociedad.

—¿Este rasgo o característica del teatro tiene espacio en la escuela, que generalmente tiende a un modelo más racionalista?

—A mí me parece que tiene poco espacio; yo le daría más espacio. Me parece que hay un temor al desorden. Lo advierto porque a veces hago talleres para las maestras, propongo algunas cosas y dicen: “el problemas es el desorden, la indisciplina”. Es muy difícil jugar en el orden. Justamente, jugar es desordenar la realidad y transformarla en otra cosa, es desordenar para armar, pero eso es tan humano que ir en contra sería ir en contra de la salud del individuo.

—Lo pedagógico muchas veces restringe las experiencias o, como usted dice, masifica, pero ¿se puede pensar en un teatro despegado de cualquier cuestión pedagógica, sin la pretensión de dejar una moraleja?

—Me parece que justamente esa intención de cerrar hace que una obra o una conversación se vuelva pedagógica, adónde lo que queremos mostrar ya lo sabemos de antemano. Se puede plantear la posibilidad de ir hacia un lugar donde no sabemos qué va a pasar, y a dónde vamos a llegar. O sea, abrir hacia la imaginación, el juego, la fantasía, los impulsos, los deseos, y otros elementos que nos pueden llevar a ese mundo del porque sí, del azar. Y de ahí sacar conclusiones. Porque dentro de ese mundo hay una lógica tan lógica como en el mundo concreto y realista.